Todos los espacios de la sede son aprovechados. Debajo de los graderíos del auditorio, está el cuarto de control, un taller de artes gráficas –dónde Romero comparte sus conocimientos de Fotografía– y un espacio de ensayos para los patojos que se dedican a la música.
El emprendimiento también es algo que se trabaja continuamente con los jóvenes. Durante el lapso entre la visita y la redacción de este artículo, se abrió un estudio de costura en asociación con la empresa de moda Con.hilo. Las maquinas de costura llegan a complementar el taller de serigrafía. Esto abre paso para que en un futuro cercano se lance una línea de ropa de marca Los Patojos. Por ahora están pendientes la instalación de mesas para la capacitación en carpintería, electricidad y herrería básica.
Los proyectos en cola son varios y, en su mayoría, buscan promover el emprendimiento para asegurar la autosostenibilidad del proyecto. Entre ellos, me llama la atención la apertura de un café restaurante para turistas. Luego de conocer las instalaciones y la bella vista del Volcán de Agua que tienen, me parece una idea genial.
La visión patojiana, materializada

Con todo, se puede afirmar que “el patojismo” es una nueva escuela latinoamericana de organización comunitaria, basada en el empoderamiento de los activistas sociales de las comunidades a partir de sus potencialidades, no de sus necesidades.
Estamos tratando de cambiar la visión que se tiene de organización social para que sea menos discursivo el asunto y se puedan tomar acciones inmediatas. Los niños todos los días tienen clavos. Y es ahí es donde con Los Patojos asumimos las responsabilidades del Estado y nos la echamos a la espalda”
Esa es la forma en la que Los Patojos pretenden convertir a Jocotenango en un municipio modelo de demuestre cómo, con dedicación, perseverancia y esperanza, la educación puede llevar al desarrollo. De forma inmediata y tangible se empiezan a cosechar los frutos de esta formación integral. Las actividad artísticas y deportivas, los proyectos autogestionados fuera del aula, las capacitaciones técnicas, ya redundan en una mejor calidad de vida para los niños, niñas y adolescentes, tanto en lo personal (en lo que respecta a sus valores, autorrealización y autoestima), como en lo comunal (en cuanto a productividad y participación cívica).
Los jóvenes que han formado parte de Los Patojos ahora ingresan al mercado laboral más fácilmente gracias al respaldo del proyecto. Pero quizás lo más importante es que lo hacen con responsabilidad, conscientes que representan a la institución y que de ellos depende que las nuevas generaciones puedan seguir contando con este refugio. La sostenibilidad del proyecto conlleva que los más jóvenes puedan desarrollarse en un espacio seguro y enriquecedor. Un lugar donde, a la vez que aprenden, puedan jugar y ser felices. Un lugar donde puedan ser patojos.