La tecnología modular podría definir el futuro de los teléfonos móviles, al ofrecer soluciones personalizadas y reducir a la vez la cantidad de desechos electrónicos.
Cada año la humanidad produce unas 40 toneladas de desechos electrónicos. El rápido avance de la tecnología hace que los dispositivos se vuelvan obsoletos en poco tiempo y su diseño usualmente no facilita su durabilidad ni mucho menos su reciclaje. Por ejemplo, cuando uno de los componentes de un teléfono inteligente se daña, su reparación es difícil y costosa, por lo que usualmente se termina descartando el aparato entero. Esto podría cambiar en un futuro cercano con la aparición de teléfonos modulares. Varias compañías, grandes y pequeñas, experimentan actualmente con esta tecnología, que tiene en común la capacidad de reemplazar los componentes, ya sea por reparación o actualización, reduciendo así los costos y basura generada.

El concepto de los teléfonos modulares empezó a sonar a finales de 2013 cuando Dave Hakkens lanzó una campaña para promover Phonebloks. La idea de este diseñador neerlandés era fabricar un teléfono inteligente que estuviera compuesto por módulos intercambiables, que se ajustaran a las necesidades de su usuario. Con un diseño que asemejaba los bloques de construcción de Lego, los desarrolladores de hardware podrían crear sus propios componentes y el usuario escogería como configurar su propio aparato. A pesar de ser un proyecto en etapa conceptual, la idea de Hakkens ganó notoriedad y adeptos.
Meses después, Motorola (en ese entonces propiedad de Google) anunciaba su propia iniciativa modular: Proyecto Ara. Actualmente, Google ha tomado posesión directa de Ara y ha hecho importantes anuncios. Ya se han develado los primeros prototipos, llamados Spiral, que permiten la adición de diferentes módulos para conformar el teléfono. Según explica Google, el proyecto pretende ser el análogo en hardware lo que el sistema Android es para el software, es decir, una plataforma abierta en la que los usuarios deciden qué soluciones adquirir para personalizar su dispositivo. La primera prueba piloto será en Puerto Rico, donde se empezará a comercializar el teléfono modular a partir del segundo semestre de este año.

Por el momento ya empiezan a aparecer los módulos. Google publicó el año pasado las especificaciones de los componentes en su “Module Developers Kit” y los desarrolladores han puesto sus manos a la obra. Toshiba está desarrollando cámaras de diferentes resoluciones y Sennheiser módulos para conectar micrófonos y audífonos.
Por su parte Vestigen ha visto más allá de las aplicaciones comunes para un teléfono inteligente y busca explotar el potencial que tiene esta tecnología para incidir en las vidas de las personas. A comienzos de año, esta compañía eslovaca prometió un microsensor adaptado para el sistema Ara, que pueda analizar muestras sustancias en el momento. Esto significa que se podrá medir el nivel de glucosa en una muestra de sangre, los contaminantes en una fuente de agua o la acidez de un suelo, usando un único dispositivo. Aunado a la portabilidad que ofrece un teléfono inteligente, esto se traduce a un mayor acceso a tecnología valiosa para el desarrollo de regiones aisladas.
Las ventajas de los dispositivos modulares son varias, pero su éxito dependerá de la preferencia del mercado. Consumidores y desarrolladores se beneficiarán si esta modalidad se generaliza y logra atraer a un nicho de mercado lo suficientemente grande que, en vez de cambiar su teléfono inteligente con cada actualización, prefiera tener un teléfono duradero y personalizable que “dure para rato”.
Desde España
El desarrollador español Alejandro Santacreu, radicado en Finlandia ha llamado la atención como potencial competidor de Google con su propio proyecto modular: Puzzlephone.