El hambre y la desnutrición aún son obstáculos enormes para el desarrollo en Guatemala. ¿Qué se necesita para alcanzar la Seguridad Alimentaria?
El segundo de los nuevos Objetivos de Desarrollo Sostenible, se enfoca en “poner fin al hambre, lograr la seguridad alimentaria y la mejora de la nutrición y promover la agricultura sostenible”. Esto implica, entre otras cosas, que para 2030 se debe asegurar el acceso de todas las personas, en particular aquellas en situación de pobreza y vulnerabilidad, a una alimentación sana, nutritiva y suficiente durante todo el año.
En conjunto, Latinoamérica superó el desafío de reducir el hambre planteado por el primer Objetivo del Milenio. Sin embargo, en Guatemala los avances no fueron suficientes para alcanzar la meta en el tiempo establecido. El único logro que se registró el país en este tema fue reducir el número de niños y niñas que a los cinco años pesaban menos que el promedio.

Decididos a enfrentar, tanto las causas inmediatas del hambre, como las “raíces estructurales que las determinan y que están relacionadas con la pobreza y la ausencia de desarrollo”, en febrero de 2012 representantes de diferentes sectores públicos y privados de Guatemala firmaron el Pacto Hambre Cero. El mismo consistió en tres compromisos:
- Disminuir en 10% la desnutrición crónica infantil en un plazo de cuatro años, lo cual será la base para una reducción del 24% en los próximos diez años.
- Evitar y reducir las muertes por desnutrición aguda mediante acciones de prevención y la atención en salud de los niños y niñas menores de cinco años, mujeres embarazadas y madres lactantes.
- Enfrentar la pobreza y promover el desarrollo que lleve a la erradicación del hambre, reconociendo la exclusión de la población rural, indígena y femenina.
Las críticas al plan Hambre Cero incluyeron cuestionamientos sobre la baja ejecución de presupuesto destinado al mismo y cuestiones técnicas al presentar los resultados. A pesar de esto, el Pacto sirvió para posicionar a Guatemala en los primeros lugares de la lista de países más comprometidos políticamente a hacer frente al hambre y la desnutrición, según del informe “Hunger And Nutrition Commitment Index”.
Pactos e índices
El Índice de Compromiso por el Hambre y Nutrición (HANCI) es desarrollado por el Instituto de Estudios de Desarrollo, en Inglaterra, que evalúa tres áreas de acción gubernamental: el marco legal relacionado a la alimentación, las políticas y programas, y los gastos públicos. El Instituto mide por separado dos subíndices: el del Compromiso para la Reducción del Hambre (HRCI) y Compromiso por la Nutrición (NCI).
Guatemala por un tiempo conservó el liderazgo en el índice global HANCI, a pesar de registrar menores calificaciones en ambos subíndices. El país sigue a la cabeza del HRCI, pero en el NCI fue desplazado hasta el séptimo puesto (luego de ocupar el primero en el 2012). Para mayor escarnio, Guatemala está entre los tres países que han tenido un mayor declive en el compromiso con la Nutrición. “Esto es de especial preocupación dados los profundos y persistentes desafíos, [al ser Guatemala] notablemente uno de los países con más altas tasas de retraso en el crecimiento en niños”, asevera el informe HANCI.
¿Qué provocó las menores calificaciones en el índice? En comparación con 2012, Guatemala tuvo menos gastos en salud pública, y una menor cobertura de los suplementos de vitamina A, entre otros factores. Además está el hecho de que la última encuesta nacional de nutrición se realizó hace ya más de tres años.
En la más reciente reunión del Consejo Nacional de Seguridad Alimentaria y Nutricional (Conasan), el mes pasado, se llevó a cabo la presentación del informe ejecutivo sobre las prioridades en el tema que debería considerar la próxima administración de turno como parte del proceso de transición de gobierno.
Entre las sugerencias estuvieron atender el tema de la gobernanza en SAN, el Sistema de Información, Monitoreo y Alerta de la Inseguridad Alimentaria y Nutricional; la Estrategia de Protección Social contra el Hambre Estacional, la atención especial derivada de sentencias y la Estrategia de Implementación de Acciones de la Ventana de los Mil Días.
En esa ocasión, el actual vicepresidente Juan Alfonso Fuentes Soria, quien lidera la Conasan, resaltó la importancia de continuar con la labor en seguridad alimentaria y nutricional, y que las nuevas autoridades puedan conocer de “primera mano” la información, no solo de instituciones del Estado, sino del sector privado, cooperativas, sociedad civil para que el equipo de transición cuente con datos certeros.
La talla como indicador de desnutrición
La metodología de censo de talla, desarrollada en la década de 1970, aún es una de las fuentes de información más valiosas en Guatemala para la toma de decisiones en los procesos de desarrollo social y en el abordaje integral de los problemas de inseguridad alimentaria y nutricional, inequidad y pobreza.
Con el objetivo de contar con información actualizada para conocer el estado nutricional de las niñas y niños guatemaltecos, a través de este indicador, se realizó el Cuarto Censo Nacional de Talla en Escolares del Primer Grado de Educación Primaria del Sector Público de la República de Guatemala, cuyos resultados se presentaron el 26 de noviembre.
El censo se efectuó en julio, con 385 mil 635 escolares del área urbana y rural, con edades comprendidas entre 6 años con cero meses a 9 años con 11 meses. Este indicador mide el retardo de crecimiento en talla, establece el grado de severidad de la desnutrición crónica y permite relacionar el nivel de desarrollo social y económico de las familias y comunidades.
La alimentación de mañana
En el Plan Nacional de Desarrollo K’atun: nuestra Guatemala 2032, presentado por el Consejo Nacional de Desarrollo Urbano y Rural el año pasado, será adoptado por el gobierno entrante, según las propias declaraciones del presidente electo Jimmy Morales. Este Plan toma en cuenta la nutrición y, en su eje “Bienestar para la gente”, tiene como prioridad garantizar la seguridad alimentaria y nutricional de los niños y niñas menores de cinco años. Una de las metas trazadas es “reducir en no menos de 25 puntos porcentuales la desnutrición crónica en niños menores de cinco años”, para el año 2032. La meta hace énfasis en los niños y niñas de los pueblos maya, xinka, garífuna y del área rural, grupos en condiciones de vulnerabilidad y en alto riesgo nutricional.
Los resultados del Pacto Hambre Cero y los planes de desarrollo aún están por verse. Lo que está a la vista es la desnutrición aguda especialmente en las niñas y niños guatemaltecos. Los fenómenos climatológicos estacionales –potenciados por los efectos del Cambio Climático–, la pérdida de cosechas, el agotamiento de las reservas familiares de granos básicos y las graves –y en ocasiones, fatales– consecuencias de la desnutrición infantil, pintan un dramático panorama.
Con relación al presupuesto de Seguridad Alimentaria y Nutricional asignado para 2016, el dirigido a este rubro en las cuatro instituciones que tienen mayor incidencia en la población se redujo en un promedio del 9%, siendo estos el Ministerio de Educación, el Ministerio de Salud Pública y Asistencia Social, el Ministerio de Agricultura Ganadería y Alimentación y el Ministerio de Desarrollo.
Según informó la Secretaría de Seguridad Alimentaria y Nutricional (Sesan), será necesario readecuar el presupuesto de SAN para 2016, para “determinar qué bienes o servicios recibirá la población en el tiempo oportuno para garantiza el ejercicio del derecho a la alimentación y la prevención de la desnutrición crónica en niños menos de cinco años”.
El hambre y la desnutrición merman el desarrollo económico y social del país. Según información del Banco Mundial, la deficiencia de vitaminas y minerales le representa una pérdida anual a Guatemala de más de US$ 300 millones del PIB. El aumento de las intervenciones nutricionales con micronutrientes esenciales costaría menos de US$ 16 millones año.
Cada vez más, las iniciativas públicas y privadas se unen para hacer un frente común contra el hambre. El desafío es grande, pero el camino ya se ha trazado. Si se trabaja consecuentemente para cumplir los compromisos adquiridos, los objetivos estarán al alcance y una mejor nutrición permitirá a las personas guatemaltecas, de todas las edades, gozar de mejor salud. Los niños sanos aprenderán mejor, los adultos sanos serán más productivos y la nutrición permitirá romper el ciclo de pobreza y lograr el desarrollo sostenible para todos.